martes, 30 de agosto de 2011

Sin sentidos

Y así me encuentro, mejor que solo, solitario, sentado sobre mi siempre cómplice silla de metal, frente de una pantalla que ilumina mi humedecido rostro y con los pies cada vez más fríos por culpa del aire que se cuela por debajo de la puerta; pese a ello, lo que me aflige oprime mi pecho, merma mi resistencia al llanto que ya es casi nula, y me causa dolor se aproxima, tristeza...

Ella ya no debería serme indiferente ni extraña, pues siempre la llamo y a menudo está conmigo, después que postergo algo, hago in-necesidades o simplemente no hago nada, ella me acompaña; ahora siento su extraña y particular forma de recordarme lo miserable que se puede llegar a ser, recuerdo también su calidez, siempre tan intensa, tan penetrante que por un momento me hace olvidar lo frío que está el ambiente, lo fríos que están mis pies, lo mojadas y tibias que están mis mejillas y lo alegre que aveces es la vida.

Me he vuelto adicto a ella, ahora hasta se ha convertido en una indeseable musa que me dicta lo poco que encuentra en mi vacío ser, lo que publico a todos y que, sin embargo, espero no sea jamás leído, al menos no por alguien que existe en mi pequeño mundo, pero tal vez ya sea leído y con conocimiento de autoría.

De pronto ella se aleja de mi lado, solo por un instante, estoy seguro; creo que éste es el momento perfecto para abandonar el teclado, sumergirme en un profundo discreto y privado ensimismamiento, para que cuando regrese solo con ella comparta mis pequeños, pero grandes pesares con los que la tengo acostumbrada a lidiar, sinsentidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario